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domingo, 20 de febrero de 2011

Un paréntesis...


Hoy quiero hablarles de algo muy especial, solo por “hablar”. El silencio.

Como se imaginan, durante todo este tiempo he tenido muchos momentos de reflexión y evaluación. Y el estar en silencio llama mucho mi atención, me gusta mucho y lo disfruto. He pensado mucho en el “hablar” y en el “callar”, en lo difícil pero práctico que es encontrar un equilibrio entre esos dos.

Algunos de ustedes sabrán que he tenido una búsqueda para darle prioridad a mis necesidades; para poder reconocerlas y manifestarlas; porque por mucho tiempo no fue así. No les di el valor que tenían (justamente porque eran mías) y simplemente las ponía a un lado dándole prioridad a las de los otros.

Creo que es algo innato en mi, y que seguramente no podré modificar del todo. Además me gusta tener un poco de eso, porque siempre trato de estar consciente del otro y darle su lugar.

Sin embargo, desde hace un tiempo me propuse cambiar un poco esa característica, sabía que eso me iba a hacer sentir más tranquila. Todavía ando en ese proceso. Ha habido algunos intentos fructíferos y otros fallidos. Algunas metidas de pata y otros momentos de alivio.

El viaje me ha servido en gran parte para eso, para poder expresar lo que siento asertivamente; para exponer mis inconformidades y no soportarlas, y así mismo seguir reconociendo y expresando las cosas que me satisfacen.

En una experiencia como estas, viajando sola; si yo no hablo, nadie habla por mí, si yo no me quejo, nadie se queja por mí, si no pregunto, si no agradezco, si no tomo decisiones, nadie lo hace por mí. Entonces imagínense el gran ejercicio que he tenido que hacer.

He tenido momentos de tanto silencio, de querer expresar cosas importantes y no tener a nadie ahí para hacerlo, y simplemente me toca “quedarme callada” o hablar conmigo misma, lo que resulta muy constructivo pero también algunas veces un poco angustiante.

Porque en ocasiones quisiera respuestas, que alguien me dijera qué hacer, que alguien me ayude a tomar decisiones. Sin embargo sé que eso me está construyendo en gran medida. 

Escribir me ha ayudado mucho. No sé si les he contado, pero siempre me encantó escribir, lo disfruto tanto, y siempre lo he hecho para mí. Pero esta ha sido una oportunidad perfecta para compartir, y encontrar en ustedes, una forma de “liberarme”.

Desde siempre he tenido el mejor canal de comunicación, mi mamá. Poder hablar con ella de todo, con todos los detalles, en cualquier momento, sin temor a juicios ni reproches; tener mi “otro yo”.

Y siempre sentir que para ella es tan importante cada pequeña cosa que me pase, y viceversa. Lo mismo sucede con mi hermana; mi regalito, mi angelito, mi aprendiz y maestra en tantos momentos (I love you sis.).

En estos días, mi mamá ha alcanzado una gran meta en su vida. Y no saben cuán orgullosa me siento de ella. Y aunque comparto todos sus logros y alegrías, me gustaría tanto tenerla cerca, abrazarla, demostrarle (aunque yo se que lo sabe) lo orgullosa que estoy, lo afortunada que me siento de ser su hija, de ser su amiga, su cómplice.

Me duele mucho saber que nos estamos cerca físicamente, pero quiero aprovechar este arrebato de trascendentalismo para recordarte mami, cuanto te amo. Cuanto te siento conmigo en todo momento. Vos lo sabés, porque también me sentís, como nadie. 


3 comentarios:

  1. Ana gracias a Dios tenes a tu mamá, son lo mas maravillo que existe. Me gusto mucho escucharte, por que leer lo que escribis, es como escucharte.
    Un abrazo

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  2. Tu mamá es maravillosa!!!! eres muy afortunada....

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