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lunes, 31 de enero de 2011

Tarapoto

Viernes 21 – jueves 27 de enero



Salimos de Máncora en el bus de las 3:30 pm; nos fuimos para Piura que es la ciudad más cercana. Yo pensaba que llegáramos a Piura por ahí a las 7 u 8 pm y ahí mismo salir para Jaén que es donde me encontraría con Lucho. (Ahora les cuento de Lucho).

Llegamos a Piura a las 7:30 pm y empezamos a preguntar en todas partes pero no salían más buses esa noche, solo para Lima salía uno a las 10:30 pm, entonces Juan compró el tiquete, y me acompañó mientras yo pensaba qué hacer con mi vida. 

Si nos hubiéramos venido más temprano de Máncora seguramente hubiera encontrado un bus hasta Jaén (punto de encuentro con Lucho), y hubiera viajado en la noche que es lo que quería. Pero como siempre tiendo a aplazar todo, no alcancé. 

Pues ya qué más iba a hacer, prefiero no ponerme a pensar qué hubiera pasado en muchas situaciones, pienso que no tiene sentido, y que si pasan las cosas por algo será. Sin embargo sí sé que debo dejar de ser tan confiada. Creo que en realidad al final todo me sale bien, pero sé que no puedo relajarme tanto. 

Llamé a Lucho para que me aconsejara qué hacer, y me dijo que mejor pasara la noche allí y que al día siguiente me fuera temprano. El mandó un amigo de él para que me recogiera y me llevara a un hotel. Allí me despedí de Juan.

Les cuento de Lucho; a Lucho lo conocí el año pasado en Colombia, él estaba de vacaciones y un amigo suyo me lo presentó, desde el principio hubo mucha empatía, es súper querido, tranquilo, muy serio, muy especial. 

Me había ofrecido que cuando quisiera lo visitara, y pues me lo tomé muy en serio y aquí estoy. Es ingeniero industrial y trabaja en Honda. Es de Lima, pero parte de su trabajo tiene que hacerlo en Tarapoto que es una ciudad al nororiente del Perú, parte de la selva. 

Desde Ecuador, tenía muchas ganas de conocer la selva, ver animales, indígenas y todo eso. Pero me llevé una gran sorpresa al ver que gran parte de lo que aquí llaman selva, es ciudad, solo que por el tipo de clima y vegetación lo llaman así.

Me sentí tan ignorante, de hecho me he sentido así ya varias veces durante el viaje, como que tengo muchas ideas preconcebidas y estereotipos de cosas, y he podido comprobar que muchas de ellas no son reales. Eso ha sido tan bueno.  (más adelante les hablaré un poquito más de eso) 

Entonces me gustaba mucho la idea de poder visitarlo en “la selva” y luego irnos para Lima. debíamos encontrarnos en una ciudad que se llama Jaén, donde él estaba trabajando esos días, para después irnos para Tarapoto.

Entonces esa noche dormí en un hotel en Piura, que resultó ser una “especie” de motel, por que como a las 3 de la mañana me despertaron unos “ruidos extraños” que venían del cuarto del lado. Fue tan charro, pero bueno, me reí, y seguí durmiendo.

Y al día siguiente me fui para la terminal como a las 8 am. Debía coger un bus que me llevara primero a un lugar que se llama Chiclayo, ahí esperar una hora y luego coger el que iba para Jaén. 

Ya ni sé cuantos buses he cogido, y los que me faltan todavía. Pero les cuento que mi cuerpo ya tiene como un “modo bus”, en general disfruto mucho los viajes, me va dando sueñito, veo la película (las pocas veces que ponen una buena), escucho música y así. 

Además, gracias a que soy bastante elástica, logro acomodarme fácil en cualquier parte; saben que siempre encaramo las piernas donde sea, entonces eso me ha ayudado para que los viajes no se me hagan muy incómodos.

Llegué a Chiclayo a las 12 del día, y aproveché esa hora, antes de coger el otro bus; para caminar por ahí y almorzar. Por todas partes solo veía “pollerías” o “cevicherías”. Tenía tanta hambre pero nada de eso me provocaba. No saben lo que daría por una sopita de mi mamá (en serio mami); o una arepita con carne, cualquier cosa conocida. 

Entonces mejor busqué un centro comercial cerca para comer lo mismo de siempre, pero no importaba, eso era mejor que todo lo que veía en la calle. Caminé como 5 cuadras tratando de recordar el camino para devolverme, porque con este sentido de orientación mío, mejor dicho; aunque creo que estoy mejorando. 

Allí, en Falabella me compré lo primero que me compro en el viaje, unas aretas hermosas, 3 pares valían 11 soles, como 8 mil pesos. (Aunque al otro día ya estaban negras, qué rabia!)

En esa ciudad empecé a ver mototaxis por todas partes, es un sistema de transporte principal, parecen hormiguitas por todos lados. Y también hay muchos ticos, como me caen de gordos!. 

Esa mañana cuando iba en el taxi para la terminal, casi me da un infarto porque no encontraba la cámara. Estaba segura que no la había dejado en el hotel, porque ya me acostumbré a revisar como mil veces antes de salir de cualquier lugar, (conociéndome). 

Pero gracias a Dios, ahí estaba la cámara dentro de mi maleta pequeña, la que siempre llevo en la mano. Ahí mantengo el computador, la cámara, el mp3, la memoria, billetera, pasaporte, en fin, lo más importante; cepillo de dientes, comida, mi termo con agua, y toda la basura que voy recogiendo, entre otras cosas.

Entonces ya se imaginarán, con tantas cosas que mantengo ahí, cada rato paso sustos. Hasta ahora solo se me ha perdido la toallita de pelo, me hace tanta falta, la dejé en el hostal en montañita. Pero bueno, ya conseguiré otra.  

Como les iba contando, salí para Jaén a la 1:15 pm, y llegué allá a las 8 pm, fue un viaje tan cansón. Pero bueno, por fin llegué y Lucho me estaba esperando para que de ahí nos fuéramos para Tarapoto, o sea que todavía me faltaban varias horas de viaje. 

 A esa hora ya no salían buses tampoco, entonces nos fuimos en taxis de pueblito en pueblito, qué cansancio. Y en ese recorrido me pasó una de las cosas que siempre me había dado miedo, y esperaba que nunca me pasara en la vida.

Íbamos súper rápido en el taxi por una carretera desierta, y atropellamos un perrito. Nooooooo, fue tan triste, el carro ni paró, yo no sabía qué hacer, pero en realidad creo que no se podía hacer mucho, porque a esa velocidad no creo que el perrito haya sobrevivido, espero que no para que no sufriera. De ahí en adelante lloré como media hora.

Por fin llegamos a Tarapoto como a las 5 am, y ahí mismo nos fuimos a dormir. Ya no podíamos ni hablar del cansancio que teníamos. Nos despertamos como a las 11 am, y para que el día rindiera, ahí mismo salimos a conocer algunos lugares que Lucho quería mostrarme. 


Primero fuimos a una cascada, luego fuimos a almorzar en un restaurante a la orilla de un río; comimos algo llamado chacarero , era como una picada con pollo, carne, chorizo, pataconcitos, maduros, ensalada, estaba muy rico. Luego fuimos a otra parte del río donde la gente se mete, y estuvimos toda la tarde en esas.

Fuimos a un lugar donde una señora hace cocteles de uva y de café, divina, Pastorcita. Conversé con ella un ratico, y me contó más o menos la historia de lo que hace. 


Luego fuimos a tomar un jugo, aquí hay como mil frutas que no conozco, entonces quería probar. (No he hecho sino comer)


 En la noche fuimos a un pueblo cercano que se llama Lamas, fue un paseo súper bueno en moto, la carretera súper buena, el clima perfecto (hace mucho calor, pero había vientecito). Llegamos a un lugar hermoso, una pizzería de un alemán que llegó hace unos años acá, se enamoró de una peruana, y se quedó. 



Qué lugar tan especial, tan acogedor, yo estaba feliz. Comimos una pizza deliciosa, probé por fin la Inka Cola, que es la gaseosa de acá (me encantó, sabe un poco parecida al premio); y como siempre, me puse a hacer una de las cosas que más me gusta; hablar con la gente, y me pues a conversar con la dueña del lugar.

Se llama María Inés, nos caímos tan bien desde el principio, y yo estaba feliz de ver cómo viven ella y su esposo, en ese lugar tan hermoso, tan tranquilos, lejos de todo. 

Ese día comprobé, -y me siento tan agradecida por eso-, que me hacen feliz tantas cosas, pequeñas cosas, que puedo disfrutar cosas mínimas y deslumbrarme con lo más sencillo; que finalmente para mí, es lo más importante. 

Llegamos a dormir, otra vez rendidos. La mañana siguiente Lucho se fue a trabajar, y yo me fui a hacer un tour. Pobre Lucho, con ese trabajo no tiene vida, todo el día le suena ese teléfono; por eso le agradezco tanto que me haya sacado el tiempo con tanto gusto, el tiempo y la energía para llevarme a conocer tantas cosas. 

Ese día fui a recorrer Lamas (el pueblito del día anterior), hay una comunidad indígena allí, y otras cosas lindas, además, aproveché para saludar a María Inés otra vez, que me había insistido mucho que volviera.



Vi un castillo que vino a hacer un italiano, no entiendo porqué, pero creo que esa será su casa. Se ven muchas artesanías y finalmente la comunidad indígena; unas casitas hermosas, un ambiente muy lindo.


Ellos viven de las artesanías y en parte del turismo; han aprendido a posar para las fotos y reciben una pequeña donación. Pues yo estaba feliz, y les agradecí mucho por permitirme estar ahí con ellos.

Finalmente fui a saludar a María Inés, conversamos un rato, como viejas amigas (tan raro), me invitó a un coctel y me regaló unas aretas de unas semillas llamadas wairuro, supuestamente son para la buena suerte. Y aunque yo me siento muy afortunada en la vida, estoy convencida que lo que más cuenta no es la suerte, sino la actitud con la que uno haga las cosas. 


Yo le regalé una manillita de Colombia, traje algunas para darle a las personas más especiales que voy conociendo en el camino. Ya he regalado como 6. 
Quiero volver rápido a este lugar, también tienen hospedaje, por si algún día se animan.

Como les conté antes, cuando Lucho me dijo que vivía en la selva, me emocioné tanto, pensé que esta era mi oportunidad para ver indígenas, y un montón de animales.  Qué ignorancia la mía!!!
De hecho aquí he podido comprobar eso, que hay tanto desconocimiento, que tengo tantos prejuicios. Pero me siento súper contenta de poder ver cosas que no me imaginé.

El país se divide en costa, sierra y selva. Y aunque sí hay partes de la selva donde hay todo lo que yo esperaba, le llaman selva por el terreno y la vegetación. Pero a donde llegué, era una ciudad, pequeña, pero con desarrollo, hoteles, universidades, restaurantes, etc.

De hecho en la “selva”, que es donde pensé que iba a tener algunas incomodidades, es donde más cómoda me he sentido, donde comí más rico, visité unos restaurantes hermosos, conocí gente muy amable, vi unos paisajes tan lindos.

Lucho debía irse a trabajar a Lima el miércoles por la noche (vuelo de 1 hora), y yo me quedé para irme el jueves al medio día (30 horas en bus).  Noooooooooooo, se imaginan?

Les puedo decir que ese tiempo en “la selva” fue súper bacano, me sentí tan bien atendida, como si estuviera en mi casa, conocí gente y lugares tan lindos. Todo muy, muy especial.



martes, 25 de enero de 2011

Máncora

Miércoles 19 a viernes 21 de enero
Máncora


Mi primera impresión es que huele maluco. Probablemente por que llegamos tan temprano en la mañana y mi actitud no era la mejor por que con ese cansancio nos tocó ir a recorrer todo el pueblo para encontrar un hostal.

Llegamos como a las 5 am, entramos al hostal de los argentinos y nos dijeron que no había habitaciones disponibles; allí nos recomendaron otros, dejamos las maletas ahí y fuimos a esa hora a buscar. Caminamos por ahí una hora, todavía de noche. Y en todas partes nos decían que no había cuartos, o donde había, era carísimo. Mis pobres pies, me salieron unas ampollas horribles de esa caminada.
Además no era muy seguro estar caminando por ahí a esa hora. Habíamos escuchado que robaban mucho. Finalmente llegamos a uno que estaba cerca de donde empezamos a buscar, pero no sé por qué no habíamos preguntado ahí.


Y era bueno y barato (30 soles). Ya les voy a empezar a hablar en soles; no se imaginan lo confuso que ha sido para mí, siempre soy haciendo cuentas en mi cabeza, primero lo paso a dólares y después a pesos y así. 1 dólar es más o menos 3 soles, entonces 2 mil pesos son como 3 soles. 
Entonces bueno, nos quedamos ahí, llegamos derechito a dormir como hasta las 2 de la tarde. Luego estuve desatrasándome un rato de cositas, hablando con mi mamá, escribiendo un rato, aprovechando que había wifi.


Y ahí comencé a darme cuenta que Juan es un “adicto” al internet, desde ese momento no se separó del computador. Entonces me tocó tomar decisiones y hacer cosas yo sola. Afortunadamente habíamos conocido a la pareja en el bus, porque esa noche salí con ellos.


Fuimos un rato cerca a la playa, que es como a media cuadra del hostal, y nos sentamos a conversar como en un barcito. Hablamos mucho, nos reímos, luego me fui para el hostal, vi una película y a dormir.
Al día siguiente (Juanito todavía en internet), me fui con ellos y otras personas del hostal de ellos para una playa cercana, punta sal; estuvimos ahí en la tarde, cada uno llevó cositas para comer, ellos tomaron mate por que a ninguno le puede faltar y andan con eso pa’ arriba y  pa’ abajo.

Hablamos de muchas cosas; polìtica que no puede faltar, pero en momentos como ese generalmente me quedo callada, escucho y pienso en Vero, esperando que estuviera conmigo. jeje.



Nos devolvimos al hostal, estuvimos en la piscina y fuimos a comer a un lugar tan especial, era comida de mar, y aunque no me gusta, pues hay que probar, y más con la fama que tiene Perú de su gastronomía. Ahí logré convencer a Juan para que se desconectara un ratico y fuéramos juntos.
Yo solo probé, pero me gustó mucho todo, eran unas “conchas”, langosta, salsa de anguila, etc. Les cuento que todo era delicioso. El lugar era especial porque era muy sencillo, pero toda la comida es ahumada, entonces hay dos cuartos especiales para eso. El dueño nos contó muy emocionado todo el proceso, se le notaba la pasión por lo que hace. 

Me acosté súper cansada ese día y dormí muy rico.  Al día siguiente no hicimos mucho, piscina un ratico y nos fuimos. Yo ya quería continuar hacia mi próximo destino: Tarapoto.
Máncora entonces fue un buen destino, pero después de todo lo vivido en Montañita, tenía expectativas muy altas.
Miren este perro diabólico tan miedoso casi me ataca. Hay muchos por acá, de hecho se llaman: "Perros peruanos"


lunes, 24 de enero de 2011

Guayaquil

Martes 18 de enero.

En la terminal de Guayaquil, cuando fuimos a comprar el tiquete para Máncora, había un australiano (Ross) todo embalado tratando de comprar un tiquete, y yo como siempre tan metiche, me le acerqué para ayudarlo.
El como que le dio gracias a Dios, porque llevaba un rato ahí y no había podido. Aunque él iba para un lugar más lejos que nosotros, debíamos coger el mismo bus que salía a las 8 pm. Entonces como todavía teníamos tiempo decidimos ir a dar una vuelta por la ciudad.

Yo quería conocer el famoso malecón, es como de las cosas más interesantes de la ciudad. No fue nada del otro mundo, pero era bonito. Caminamos un rato por ahí, conversamos, me tomé un yogurt helado delicioso, con ese calor.
Había un stand de la cruz roja para donar sangre, me gusta mucho hacerlo y siempre que tengo la oportunidad trato de aprovecharla. Sin embargo no estaba muy segura de irme metiendo una agujota por ahí en cualquier parte.
Pero bueno, me animé, se veía todo muy confiable. Lo que no sé es como el australiano también se animó, y bueno, ahí estábamos, donando sangre en el malecón de Guayaquil.


Volvimos a la terminal y arrancamos nuestro viaje hacia Perú. El bus era de dos pisos, son muy comunes aquí, y en general las sillas se pueden acostar casi por completo. El bus debía parar en la frontera para que registráramos nuestra salida de Ecuador, y más adelante la entrada a Perú.
Llegamos a la parte de Ecuador como a las 12 de la noche. Entonces toda la gente se baja del bus, hace una fila, hace sellar el pasaporte y listo. Pero yo me quedé en el bus para no hacer esa fila, y cuando vi que ya se estaba acabando me bajé. (Me da hasta risa de mi misma, por ser tan tranquila, mi mamá se hubiera puesto furiosa)
Cuando fui a hacer la fila la gente que estaba ahí ya era de otro bus, y mi bus ya se iba a ir, sin embargo alcancé a que me pusieran el sello, pero el australiano iba detrás de mí y cuando le iban a poner el sello a él, se cayó el sistema. (Todas las noches se cae el sistema como por 3 horas, entonces uno se tiene que quedar esperando ahí a que se reinicie).
Yo no lo podía creer, don Murphy que nunca falla. El conductor del bus estaba furioso, dijo que no se iba a quedar esperando 3 horas solo por una persona, que nos fuéramos y dejáramos a Ross ahí. Pero pues ni riesgos, como iba a dejar a esa pobre hombre ahí tirado. Tuve que ponerme “muy seria” por primera vez en el viaje, y decirle al conductor que ahí nos quedábamos y que él no podía dejar a nadie.
No sé cómo, pero el de inmigración se apiadó de nosotros y después de un rato le puso a Ross un sello manual, y ahí si pudimos irnos.  Luego hicimos lo mismo en la parte peruana, pero allí no hubo ningún problema.
Llegamos a Máncora, nos despedimos de Ross porque él seguía su camino.  En el bus habíamos conocido -otros- argentinos, y nos fuimos con ellos para un hostal donde ellos tenían una reserva a ver si había cuartos disponibles.







Para terminar Montañita

Jueves 13 - Martes 18 de enero


Como les iba contando, fue un lugar súper especial. Les contaré lo que hacía todos los días. Me levantaba, íbamos a desayunar, luego a la playa, otros se iban a vender sus inventos; almorzábamos tarde y otra vez a recorrer un poquito.

Siempre recorríamos las mismas cuadras un rato largo para poder escoger lo más barato, y generalmente terminábamos comiendo lo mismo. Pero la caminadita era parte importante, porque es muy rico ver la gente y todo lo que pasa alrededor todo el día.

No sé cómo pero el día se iba rapidísimo, nos bañábamos en la noche y salíamos otra vez. La vida nocturna es muy activa. En las calles hacen artesanías todo el tiempo, hay diferentes grupos tocando, gente bailando, hay malabaristas, y cuanta cosa se inventa la gente.



Creo que cada día no dormí más de dos o tres horas, nos acostábamos muy tarde y siempre había música en todas partes que hacía muy difícil poder dormir. Sin embargo nunca me sentía cansada.

Estuve descalza la mayor parte del tiempo, mis pobres pies, pero me encanta esa sensación; además todo era limpio y bonito. Bueno pero la verdad es que yo soy un gamincito, y allá sí que menos me preocupaba por algunas cosas. (Por eso seguramente también en todas las fotos me verán con la misma ropa).

Un día a todos les dio diarrea, se comieron una hamburguesa rara, y claro. Pero entonces entre todos nos cuidábamos, ese botiquín mío (el súper botiquín) le ha servido a todo el mundo. Cuando pasaba algo me mandaban el enfermo a mí. Jeje


A mí no me ha dado nada raro, solo una noche me doblé un tobillo súper duro, me dolió tanto que pensé que no iba a poder caminar en varios días. Iba caminando por la playa, y claro, elevada como cosa rara.

¿Les mencioné un francés que hace masajes? El ya me había hecho uno en la espalda (5 dólares, ese si supo inventar el negocio), y el día que me torcí el tobillo me hizo uno de cortesía. Al día siguiente me compré una crema caliente y el dolor fue desapareciendo rápidamente.

Hubo un día muy triste, creo que fue el viernes. No quisiera ni mencionarlo, pero pues también es parte de la experiencia, y con ustedes me desahogo. Empezaron los rumores de que se había ahogado alguien. Fue una niña como de 14 o 15 años, ecuatoriana. No estaba muy adentro en el mar, pero hay partes con corrientes muy fuertes. La rescató un surfista, pero finalmente no pudieron hacer nada.

En esos días hubo casos similares, y aunque no me gusta mucho meterme al mar, desde ese día sí que menos, sobretodo en esta temporada de tantas corrientes. Entonces solo me dedicaba a broncearme un poquito y a ratos y me metía al agua a jugar en la orillita.

Qué sensación tan pelle, saber que al lado de uno se muere alguien, que pudo haber sido cualquier otro, que era solo una niña, bueno, tantas cosas, y sin embargo la vida sigue. Pero ese tipo de cosas me ayudan a tomar más conciencia cada día de lo efímera que es la vida, y que definitivamente hay que vivir intensamente, cuidándose mucho.

El sábado fue un día raro por que llegaron todos los ecuatorianos a pasar el fin de semana, entonces parecía otro lugar, todo el panorama cambió, era tan extraño. ¿Han visto esos correos de “gente mañé” y cosas así? Pues les juro que eso es lo que había, por todas partes.  (Con todo el respeto pues, jiji).

Ese día conocí a Michael, es un australiano tan lindo, pero no solo lindo por fuera, sino una persona tan dulce, tan calmada, con un corazón tan puro. Ni siquiera terminó el colegio, sino que se dedicó a surfear toda su vida, y va por todo el mundo haciéndolo. Trabaja un tiempo, ahorra y arranca, y así.

Me sorprendió que Michael nunca deja de sonreír, era tan charro, intentaba quedarse serio, pero siempre estaba sonriendo. Es muy bueno para escuchar, entonces aproveché y me desahogué de un montón de cosas, de lo mal que me sentía por lo de la niña del día anterior, de la injusticia, de lo denigrante de algunas cosas de la vida, etc., jeje; cosas muy profundas, y él solamente escuchaba y sonreía. Nos costaba un poco entendernos porque ese inglés australiano es muy raro, pero eso nos hacía dar más risa.

Hablando con él ese día, y viendo cómo vive su vida, me di cuenta que yo tengo taaaantas preocupaciones, y que en realidad la mayoría no son tan importantes como yo creo. Y que además me he desgastado tanto en cosas que no valen la pena. Fue tan bueno poder sentir eso.
Creo que él es un nuevo amigo, también va hacia el sur, entonces espero encontrarlo otra vez.

Uno de los últimos días fuimos algunos a conocer otra playa cercana, yo ya quería un poco de silencio y calma. Era como a 25 ó 30 minutos. Se llama Ayampe. Estaba totalmente desierta. Solo había un perrito, que no falte.


Allá hasta dormí en la playa, aprovechando el silencio y la tranquilidad. Almorcé  en un pequeño restaurante, recuerdo que fue muy rico, pero no recuerdo qué. Lo que sí recuerdo es que me comí una torta de chocolate deliciosa, parecía la de Deli, fui tan feliz. ¿Cómo soy tan de buenas de encontrarme algo así?

Cuando nos íbamos a devolver, ya no estaban pasando buses, eran como las 7 pm. Intentamos parar muchos carros, pero no tuvimos éxito. Afortunadamente estábamos esperando en una estación de policía, entonces después de algún rato, ellos se compadecieron y se ofrecieron a llevarnos, aunque nos pidieron 15 dólares para la gasolina, sabiendo que allá un galón es como a dos dólares, pero no importa, después de que nos hicieron ese favor, qué más se iba a hacer.

Les cuento que tengo una nueva muy buena amiga, se llama María Eugenia, es argentina, tiene 25 años, trabaja con niños especiales. Entonces desde el principio tuvimos mucho en común. Estaba viajando sola también, aunque solo por unos días. Dormía en el colchón del frente, jeje (eso suena tan charro).

Empezamos a hablar de cuando fue a Machu Picchu, y entre muchas cosas que me contó, me dijo que no se había sentido bien porque en parte del trayecto que hizo, hay unas personas que deben cargar las maletas de los turistas, y que ella intentaba hablarles o tener algún contacto con ellas, pero que ellas no se sentían cómodas. Que le parecía que eran tratadas como animalitos, y que eso no le gustó para nada.

Me encantó que me contara eso, y supe que era mi tipo de persona, porque me gusta la gente que se percata de cosas como esas, cosas tan humanas que para otros pasan tan desapercibidas.
Entonces “Mariu” fue mi principal compañera, nos reíamos mucho, intercambiamos mucha información (de todo tipo), y me enseñó su lema: “¿Y quién me quita lo bailao?”. Obviamente, llegaré a visitarla a Argentina, si Dios quiere.

Otro personaje importante en la historia se llama Juanito (Juan Carlos Valverde), es un caleño que está haciendo más o menos la misma ruta mía. Entonces decidimos que seguiríamos juntos por lo menos hasta cierta parte. (Más adelante hablaremos más de él).



Juanito, el caleño, todos los días me preguntaba: “¿Ve, y cuando es que nos vamos?”, y yo le decía: “mañana nos vamos”, y él respondía: “A bueno”. Jeje.
Un día le dije: “nos vamos hoy”, y él muy obediente arrancó. Cada despedida daba nostalgia, aunque ya se habían ido varios, nos daba mucho pesar.

Sabía que debía irme ya, aunque de verdad no quería, pero pues decidí arrancar. Como siempre, cuando más cómoda y contenta estoy debo irme, pero pues debo acostumbrarme a que eso hace parte de este viaje.
Compramos un tiquete de Montañita a Guayaquil para la 1 pm. Llegamos a Guayaquil a las 4  pm; de ahí nos dirigiríamos a Perú, específicamente a Máncora, una parte de la costa muy al norte.
Para mí el calorcito y la playa siempre son buenos, entonces decidimos hacer una parada ahí, además toda la gente que venía en dirección contraria a nosotros nos hablaba de ese lugar.

jueves, 20 de enero de 2011

Aparecí


Disculpen que los tenga tan abandonados, pero éstos han sido días de mucha desconexión. Siento que hace tiempo que no veo un televisor, o me siento frente a un computador; y se siente tan bueno, por lo menos por unos días. Pero aquí estoy nuevamente, para actualizarlos acerca de los últimos sucesos.

Como les había contado, llegué a Montañita el jueves en la noche. Corrí con mucha suerte pues llegué al hostal adecuado por muchas razones, el precio por ejemplo, y otra súper importante, la gente que estaba a mi lado.

Es extraño decir esto, pero en realidad se sentía como si todos se conocieran desde hace tiempo, aunque solo llevaban unos días viéndose, pero se sentía tanta confianza y familiaridad. Todos pendientes de todos, siempre juntos para todas partes. Y bueno, pues esa misma noche yo ya era también parte de ese pequeño grupo.

Quisiera hablarles de cada uno, pero a veces siento que me excedo en mis relatos y de pronto los aburro. Sin embargo les iré mencionando algunas personas relevantes de uno u otro modo.

Los 6 ó 7 días que estuve allí, fueron como uno solo; entonces no puedo contarles con mucha precisión todo lo que hice, pero les puedo decir que ha sido uno de mis lugares favoritos, y desde ya se lo recomiendo a cualquier persona. Yo ya quiero volver.

Es verdad lo que me dijo alguien el día que llegué, que la gente no se quería ir y buscaba formas para poderse quedar. Todo el mundo por ej. vendía algo, se inventaban lo que fuera para conseguir más plata y poder quedarse más tiempo.


En la playa se veían franceses, americanos, colombianos, argentinos, gente de todas partes vendiendo desde ensaladas de frutas hasta masajes curativos. O también muchos turistas buscaban trabajo por unos días en los diferentes restaurantes o bares.

Incluso hasta yo lo hice, jeje. Estaba tan contenta, que como el cuarto día decidí que me quería quedar por ahí una o dos semanas más, entonces varias personas del hostal que trabajaban en un bar/restaurante, me sugirieron que fuera allí, se hacían diariamente por ahí 30 dólares. 

Entonces fui y ahí mismo me dijeron que si, que empezara ya mismo, pero me pidieron que mínimo debía quedarme un mes, entonces tuve que decir que no, porque sé que no me daría el tiempo para hacer el resto de cosas que me faltan.

En otras condiciones y sin tanto afán, estoy segura que me hubiera quedado, hubieran podido hasta ahorrar, porque todo en montañita sale muy barato. Para que lo tengan en cuenta.
Se encuentran menús desde 2 dólares mas o menos, y hay de todo para escoger. Comida rápida, pescado, carne, pasta, etc.

El menú más común y barato generalmente es el siguiente: sopa, “segundo” (así se le dice al seco): El segundo siempre es arroz, con pollo o carne y no puede faltar, “menestras” (lentejas), y ensaladita.
Como ven, un menú muy completo y económico. Aunque yo solo comí una vez, pues saben que las lentejas no me gustan ni poquito, sin embargo eran ricas. A todo el mundo allá les encantaban.

En las mañanas iba a una de las dos o tres panaderías que había (colombiana por cierto, y la más rica); y me compraba un pancito y una avena, o un yogurt o algo así. Y ya en el día comía a veces pizza, otro día probé una comida oriental, muy rica, como unos fideos con verduras y salsas, otro día pescado, papitas y así. En realidad ya que lo pienso, ni me acuerdo qué comí.


Si sé que comí muchas frutas, bueno, no muchas frutas, mucho banano para ser exactos, porque me llenaba, y además era lo más barato (5 centavos).

Los dejo por ahora, pero les terminaré de contar este capítulo con más tiempo.


viernes, 14 de enero de 2011

Montañita

Jueves, 13 de enero


Montañita es un pueblo de la costa ecuatoriana, todo el mundo me hablaba de él, y como quería ir a la playa mientras me dirijo al sur, entonces aproveché y escogí este destino.

Cogí un bus que me llevara a Guayaquil (9 dólares), se supone que desde Quito a Guayaquil son más o menos 9 horas. Y en Guayaquil debía coger el bus hacia Montañita (3 horas).

El trayecto hasta Guayaquil se me hizo muy largo, era un bus cómodo, pero qué cansancio!!!
A mi lado se sentó una señora con una niña de 3 años, una niña hermosa; una niña taaaaan inquieta, que me da hasta risa pensarlo.  Me da risa, porque sé otra persona, se hubiera desesperado fácilmente. La niña no sabía si jugar, si comer, si montarse encima de mí. Y yo solamente quería dormir, por lo menos durante la primera parte del viaje. Además me había tomado un mareol, entonces la conciencia no me daba para prestarle atención a esta niña tan demandante.



Logré dormir un rato, y ya después empecé a conversar con Carmen, su mamá. Cada vez me doy más cuenta que me gusta mucho escuchar, que me llama mucho la atención y me impactan los relatos y las historias de las personas; por lo menos de algunos.
Además, ya me ha pasado que cuando me preguntan que qué hago y digo que soy psicóloga, entonces la gente quiere aprovechar para hacerse un tratamiento intensivo. (Aunque en ocasiones he sido yo la que juega el rol de paciente).

No me molesta que la gente se sienta así, de hecho pocas veces es mi intención ir más allá en aspectos trascendentales de la vida de la gente. Porque en cierto sentido es un desgaste para mi, pues la gente siempre espera una opinión, un concepto. Y tengo muy claro que no soy de ese tipo, que cree que se las sabe todas y va haciendo juicios y lanzando opiniones sin ningún derecho.

Pero aprovecho la apertura que la gente tiene la mayoría del tiempo para compartir sus historias y aprender mucho de ellas, porque es eso lo que pasa generalmente, que la que más aprende, soy yo.
Entonces Carmen comenzó a contarme su historia, y la de sus papás, la de cada uno de sus 6 hermanos (y respectivo/as cuñado/as), la de sus dos ex esposos, las de sus dos hijos, y las de una que otra vecina por ahí.
Es una mujer muy inteligente, con un carácter fuerte y decisiones firmes. Me impresionó el trato que le daba a su hija, con tanto respeto. La reprendía en ocasiones cuando estaba muy inquieta, pero nunca fue irrespetuosa, sino más bien entendía la posición de la niña.

Me dio lecciones de maternidad, me dijo que “en una mano va el amor, y en la otra el rigor”, entre otras cosas. Me encantó ver cómo convertía la inquietud de su hija en cosas positivas. Y en lugar de reprocharle o juzgarla todo el tiempo, manipulaba las cosas de tal forma que la autoestima de la niña nunca se va a afectar.
Me tranquiliza que Génesis Valentina tendrá un futuro prometedor.
Por fin llegamos a Guayaquil después de 10 horas de viaje. Todo el mundo me había advertido que no podía ni “espabilar” mientras estuviera allá, que me iban a atracar, que no hablara con nadie, que no mirara a nadie, jeje.

Y realmente si llegué un poco prevenida, me hubiera gustado quedarme por lo menos un rato conociendo la ciudad, pero pues dada la hora, y el cansancio, solo quería coger el otro bus y llegar a Montañita.
Con lo poco que pude observar, Guayaquil me pareció un poco más bonita que Quito, pero pues no tengo muchos argumentos, sin embargo me gustó.

Llegué a una terminal de la cual no salían los buses para Montañita, entonces tuve que coger un taxi que me llevara a la otra terminal (1.5 dólares después de mucho regatear). Y cuando estuve allí, le pregunté a un vigilante donde comparaba el tiquete. El me cogió como si me estuviera protegiendo de un atentado o algo así, y me dijo: “Usted viaja sola (como impactado), No hable con nadie, no mire a nadie, no le reciba nada a nadie, siga su camino, no, no, no… ” Tan charro.

A pesar de todas esas opiniones acerca de Guayaquil o cualquier otro lugar o situación, no me preocupan mucho este tipo de cosas. Trato de mantenerme tranquila y sin ingenuidad esperar lo mejor. Siempre sé que debo estar muy alerta y seguir mi intuición (que por cierto durante el viaje se ha ido agudizando cada vez más).
Finalmente compré el tiquete para Montañita, era el último bus que salía a las 4:30 pm, (me estaba esperando, porque eran las 5:00 pm.) Me sentí muy afortunada de alcanzar el bus, aunque con un poco de hambre, porque pensaba comer algo en la terminal, pero obviamente no alcancé.
Entonces me comí 2 granadillas que tenía y una chocolatina gigante (aparte de las frutas, también siempre tengo dulces en el bolso). 

En este trayecto también encontré otra compañera de viaje muy especial, Raquel. Una artesana de 30 años, que decidió hace un tiempo dedicarse a hacer lo que la hacía feliz, dejar su trabajo de oficina, y empezar a recorrer el mundo haciendo y vendiendo artesanías.

Esta era otra historia muy interesante para escuchar. Hubo mucha empatía, hablamos de todo, aprendí mucho de ella y de su espíritu libre y soñador, pero tan ubicado. Me dio muchas lecciones según su experiencia viajando sola. Terminamos contándonos nuestras historias amorosas y riéndonos de nosotras mismas.
Raquel fue otro de esos angelitos que me ha puesto Dios en el camino, pues prácticamente se hizo cargo de mí para encontrarme un hostal y dejarme acomodada.

Ella es de Guayaquil, entonces constantemente viaja a Montañita, donde es muy popular. Cuando llegamos, Raquel saludaba a todo el mundo, con tanta emoción y tanto gusto de volverse a ver.
Me llevó a un hostal llamado El centro del mundo, que es de uno de sus amigos. Había solo un espacio disponible, allí me quedé, porque ella tenía otros compromisos esa noche.



Era el último piso del hostal, lleno de colchonetas tiradas en el piso, con cajones a los lados para guardar la maleta. Valía 3.5 dólares la noche, entonces no había mucho que pensar, era eso lo que estaba buscando.
Me estaba dando como angustia al verme ahí sola, toda la gente parecía como transportada, como en otro mundo. No pasaron 5 minutos antes que la persona que estaba en la colchoneta del lado comenzara a hablarme y a ubicarme un poquito sobre lo que podía a hacer en Montañita, a contarme de todo lo que había hecho él, y que desde hace días estaba tratando de irse, pero que cada día encuentra una excusa para quedarse un día más.

 Me acompañó a comer, a buscar una sala de internet para reportarme. Y en esa cuadra ó 2 que caminamos saludó a todo el mundo como si fueran sus mejores amigos. Me dijo que todo el mundo se conocía porque como el pueblo es pequeño, generalmente se frecuentan los mismos lugares y la gente ya se va haciendo familiar. Pues esa noche yo también conocí varias personas.
Me encontré a los argentinos que conocí cuando visité la mitad del mundo, me reiteraron que me pusiera en contacto.

Me encantó este lugar; es un lugar mágico, vibrante, tranquilo pero lleno de vida, donde uno realmente se siente transportado y quisiera quedarse allí.

En esta época del año, está lleno de argentinos y chilenos, aunque vi gente de todo el mundo. Era tan charro, yo no sabía ni para donde mirar. Cada hombre era más lindo que el anterior, no no no, mejor dicho.  Ya mejor cambiemos de tema.


Adiós Quito

Miércoles 12 de enero

Ya cuando me estoy adaptando, sé que debo irme. Ya creo que hice lo que había para hacer en esta ciudad, ya es suficiente. Pero empiezo a sentir nostalgia de dejar a la familia que tan amablemente me acogió, además dejar la comodidad que ya estaba empezando a sentir.

Quiero agradecerles a Camilo, Lina, Andrés y Natalie por abrirme sus puertas y hacerme sentir uno más de ellos. Por esas comidas tan ricas, por las conversaciones, por la guía y las orientaciones que me dieron sobre la ciudad y por las enseñanzas que adquirí para continuar mi recorrido.

Fueron los mejores anfitriones, incluso en ocasiones me sentía mal, porque aunque yo tratara de ayudar con algo, pocas veces me lo permitían. Me los llevo también conmigo, ahora hacen parte de un equipaje muy especial que tengo, donde estoy guardando muchas personas lindas que se me cruzan en el camino.

Quedo con muchas impresiones acerca de Quito y un poco del país; me gustaron ciertas cosas, sin embargo cada día valoro y extraño más lo que somos, como hablamos, como nos comportamos, como sentimos. Me siento tan orgullosa del lugar de donde vengo, y tan feliz de saber que seguro pronto volveré.

Ya decidí entonces que me voy esa noche. Trataré siempre de viajar en las noches, primero porque es más cómodo para mi, y segundo porque eso me hace ahorrar una noche de hospedaje. 

Sin embargo me confié, y cuando fui a comprar el tiquete, ya no había. Me tocó entonces esperar hasta la mañana siguiente, no me importó que fuera de día, por que definitivamente ya había decidido que me iba. Entonces cogí el bus de las 6:30 am y comencé mi rumbo hacia Montañita.

Para terminar con esta despedida, les voy a contar un poco de humor ecuatoriano, uno que otro chiste que rescaté en mi memoria de los tantos que me contó Camilo mientras estuve con ellos.

  • ·         Que llega Correa y le dice a Uribe, “Hey, ¿Cuándo te venís para Quito?”, y que Uribe le contesta: “Más paraco serás vos…”
  • ·         Que en Ecuador hay mucho “consumismo”; con su mismo pantalón, con su misma camisa…


Je, je, je. Muy charro!!!


martes, 11 de enero de 2011

La mitad del mundo


Lunes, 10 de Enero

Ayer fue un día muy tranquilo, nos quedamos en la casa, haciendo pereza, conversando y eso fue todo. Tratando de organizar un poquito lo que sigue de aquí en adelante.
Hoy sí fue un día súper agitado, hice muchas cosas. Me levanté como a las 9, y comencé a arreglar todo para ir a la mitad del mundo (más adelante les cuento con detalles). Desayuné e hice un sánduche para llevar, y también empaqué frutas (siempre trato de tener alguna). Era muy fácil llegar hasta allá, pues pasa un bus como a dos cuadras de la casa que me llevaría directamente hasta allá.

Pero el hermano de Lina (la novia de Camilo mi amigo); no tenía que trabajar, entonces dijo que me acompañaba. Llamó a un amigo suyo taxista, un ecuatoriano que me sirvió de guía, se llama Mario.
Llegamos a la mitad del mundo. Es un lugar en donde supuestamente se encuentra el “centro del mundo”. Hace más de 300 años llegaron unos científicos franceses a Ecuador e hicieron mediciones para establecer el punto cero. Y llegaron a la conclusión de que era éste.
Entonces el lugar muestra los instrumentos que utilizaron para la medición, fotos, planos, etc. Hay una línea donde es obligado tomarse la foto, con los pies en cada hemisferio.


El ingreso a este lugar vale dos dólares, no es muy controlada la entrada, pues Mario decidió quedarse con nosotros, y para no pagar simplemente saltó una pequeña reja y ya estaba adentro.
La verdad es que este sitio no fue muy emocionante que digamos. Peeeero, como a dos cuadras de allí queda otro lugar donde los indígenas habían establecido hace muchísimos años que era allí la verdadera mitad del mundo. Y en la actualidad con GPS han demostrado que realmente sí es ahí.

Es un sitio mucho más pequeño, se llama latitud cero. La entrada vale 3 dólares y a uno le asignan un guía, se puede hacer el tour en inglés y en español. Andrés y su amigo taxista me esperaron afuera.
Comenzaba un tour en inglés entonces hice ese, (hay que aprovechar para practicar). Conmigo estaban dos personas de Canadá y dos de Argentina, (Ya empecé a ver argentinos lindos). Fue un tour muy divertido, la guía era muy simpática y ayudó a que nos integráramos. Empezó mostrándonos algunas culturas indígenas y sus tradiciones. Vimos algunos animales que habitan en el oriente ecuatoriano, parte del Amazonas, en donde se encuentran varias tribus. (Perezosos, curíes, monitos, etc.)

Vi el famoso pez que se mete en el pene en el Amazonas (¿han visto ese programa en discovery?). y nos mostraron también como hacen los hombres para protegerse de esto. Están siempre desnudos, ponen su pene hacia arriba, y se amarran una cuerdita en la cintura como para pegárselo bien.



Hay relojes solares, y muestras de cómo los indígenas conocían la hora y la época del año en que se encontraban. Hay varios experimentos que hacen para mostrar el efecto de la gravedad en ese punto. por ejemplo ponen a la gente a parar un huevito sobre un clavo, algunos lo lograron, pero yo no.  También hay una demostración con agua del -efecto coriolis-, “éste influye sobre todo lo que se mueve en la tierra. De acuerdo a la rotación de la tierra y a la influencia magnética del sol, los cuerpos en movimiento giran en un sentido horario o antihorario”.  (esto lo saqué de un letrero).
El caso es que mostraban cómo rotaba el agua hacia uno u otro lado al ser “desaguada” en uno de los hemisferios. Pero cuando la ponían en el punto cero, no había ninguna rotación.  



Me gustó mucho, incluso hice algunos nuevos amigos.
Después fuimos a un volcán, El Pululahua; por cierto, hay como 5 volcanes en Quito, se puede subir a algunos (El más famoso es el Cotopaxi, hay muchas excursiones allí), pero sé que ese no es un destino para mi, ya me imagino sin aire los primeros cinco minutos de recorrido.
Este volcán se podía ver desde un mirador, aunque había mucha neblina, pero bueno. Alrededor del volcán hay parcelaciones y casitas.



Allí había dos niñas argentinas, y también quedamos con los datos.
Luego fuimos con ellas a un centro artesanal, cositas muy lindas, pero yo soy muy poco antojada, además no quiero más peso, ni menos plata; entonces me dediqué a mirar. Vi cómo preparaban los helados de paila, y me compré uno. 




Aproveché y llamé a mi mamá de una cabina que había por ahí muy barata. Creo que de la emoción dejé mi termo ahí, noooooo. Pero me di cuenta por que el carro en el que íbamos se le pinchó una llanta, entonces mientras esperaba que la cambiaran, busqué mi termo y no lo vi, entonces fui a ver si lo había dejado en la cabina, y gracias a Dios que sí.

Había quedado de encontrarme con un muchacho de Couch sourfing para visitar el centro. Nos encontramos en una iglesia, él estaba con otra niña colombiana. Fuimos a hacer un recorrido por el centro histórico, y él nos fue contando acerca de la arquitectura, la historia de las construcciones. Hay una calle que se llama 7 cruces, porque hay 7 iglesias por ahí. (No entiendo de donde sale tanta gente para ir a misa).

Son construcciones muy lindas, con mucha historias, y cada una tiene una leyenda. Fuimos como a un barrio que se llama La Ronda, casas coloniales muy lindas, barcitos. Probé un canelazo pero no me gustó.
Finalmente, y ya rendida, fuimos a un sitio que se llama El Panecillo, que queda en un lugar muy central de la ciudad, es altísimo, y desde allí se ve toda la ciudad de norte a sur. (Aunque ya estoy cansada de ver la ciudad desde todos los miradores que tiene). Allá me tuve que estrenar mi gorro, guantes y bufanda, por que qué frío tan horrible.

Y ya para la casa. Llegué rendida y ahí mismo a dormir. 

domingo, 9 de enero de 2011

El teleférico

Vista desde el teleférico.

Sábado, 8 de Enero
Me levanté como a las 9, nos fuimos a desayunar a un restaurante colombiano. Comí arepa, con huevo revuelto, queso y chocolate; aquí hay restaurantes, tiendas y almacenes colombianos por todas partes.
Después nos fuimos para el teleférico, es un sitio muy turístico, queda cerca. Llegamos, la entrada para los extranjeros cuesta 8.50 dólares, para la gente de aquí, como la mitada. Entonces son unas cabinitas como las del metro cable, lo suben a uno como 5 minutos, y cuando uno se baja está como a 4 mil y pico metros de altura. Y camina por ahí para mirar toda la ciudad. La altura da muy duro y se empieza a sentir que a uno se le va un poquito el aire, entonces caminamos despaciecito.  Me llevé mi termo, uno que me regaló mi hermanita, y me ha servido mucho, porque trato de hidratarme todo el tiempo.
Hace mucho frío por que ventea muy duro. Pero es un paisaje muy bonito. Se ve la ciudad entera, es una ciudad larga, creo que es fácil ubicarse por que hay como 6 avenidas paralelas principales que atraviesan la ciudad, y las otras las van cruzando. Aunque las calles no tienen nomenclatura, si no que todas tienen un nombre, eso es lo complicado.

Después de caminar un rato allá arriba, volvimos a bajar, fuimos a mercar, y luego con ese cansancio, para la casa; Cami cocinó, hizo una arepa con carne y champiñones muy rica, y nos acostamos a ver películas, por que con este frío no provoca mucho.
Siempre duermo como con 4 cobijas; mami, siempre me pongo primero la que me diste, tan rico. El agua es heladaaaaaaa, uno lava un vaso o se lava los dientes y tiene que esperar un rato para volverse a medio calentar. Pero aunque sí hace mucho frío, no me ha dado tan duro como yo pensaba.

Otra desde el teleférico

sábado, 8 de enero de 2011

Conociendo...

Una comida muy rica esa noche.


Viernes, 7 de Enero
Hoy me levanté como a las 10 am, dormí muy rico. Me fui a llamar a Camilo para ver qué hacía. Me dijo que llegaba por ahí a las 5 y media, que me fuera un rato para su oficina. Me tomé un café con leche, y pregunté cómo llegaba a la dirección que me dio Cami. Pero pocas personas aquí parecen tener certeza de las respuestas que dan; por ejemplo, una de las personas a las que les pregunté cuanto me demoraba en llegar a donde iba, me dijo: “mas o menos 40 ó 20  minutos”. Entonces mejor le pregunté a muchas personas, además tenía que decidir qué coger, si taxi o bus. El taxi me decían que valía por ahí 10 dólares, y el bus 25 centavos, entonces pues no había mucho qué decidir. Aunque debía tener en cuenta que cuando me bajara del bus tenía que caminar unas 3 cuadras.
Entonces me arriesgué, al frente del hostal esperé el bus, y dos policías que había ahí me ayudaron a cogerlo. El bus paró como una cuadra adelante, y esa fue mi primera corrida con la maleta, y en subida. Era tan charro, yo tratando de impulsarme y la maleta tirándome para atrás.
Un señor del bus me ayudó a subir, todo el mundo me miraba tan charro, tan encartada, casi que no me quito las maletas (porque a propósito, llevo la grande, donde llevo toda la ropa, y una pequeñita donde llevo el computador, la cámara, billetera, etc.).
El señor que iba a mi lado comenzó a preguntarme que de donde era y a servirme de guía, si pasábamos por un hospital, (y yo obviamente podía leer) el señor me decía: “mire este es un hospital”, jeje, hermoso. Y además me contó que conocía como a dos personas en Medellín y me decía los nombres como si yo los fuera a conocer. Hasta me dio su teléfono para invitarme a comer una “fritada”. Todavía no sé que será una fritada, pero aquí en todas partes gritan: “fritada, fritada”. Pero como está mi estómago, solo la palabra me molesta.
Les cuento que mi estómago está raro, quiero comer y tengo hambre, pero no me provoca nada.
Como les iba contando, entonces me indicaron donde bajarme, empecé a preguntar con la dirección hacia donde caminar, fueron como 5 cuadras, las más eternas de la vida. Ya odio la maleta. Al llegar a la tal oficina tuve que subir 4 horribles pisos, me provocaba tirar esa maleta por las escalas. Por fin llegué, me tomé un vaso de agua, y poco a poco fui recuperando el aire. (por cierto, desde que llegué a esta ciudad pregunté si se podía tomar el agua, y me dijeron que sí, y pues hasta ahora todo está bien, gracias a Dios).
Dejé la maleta ahí, y me fui para un centro comercial como a 3 cuadras (El jardín), y fui directo a Mc. Donalds; necesitaba comer algo familiar, me compré una hamburguesa y una gaseosa pequeña, sabía que no iba a poder comer mucho. Esta era mi primera “comida de verdad” desde hacía más de un día. Generalmente como muy despacio, y esta vez no fue la excepción, me demoré como una hora para comerme esa mini hamburguesita, casi que no soy capaz; pero sabía que necesitaba recuperar fuerzas y tratar de que mi estómago vuelva a la normalidad. Les voy a ir contando también algunos precios para que hagan relaciones. La hamburguesa costó US 1.40 y la gaseosa 0.95, un poco más barato que en Colombia.
Los centros comerciales son muy modernos, tiene todos los almacenes y restaurantes que se puedan imaginar, y viven llenos de gente.
Bueno, después de comer me fui con la novia de Camilo a recogerlo al aeropuerto, es una vieja de Pereira que vive aquí hace como 7 años, muy querida, es en su casa donde me estoy quedando.
En la noche fuimos a un lugar que se llama la plaza foch, es como decir el lleras, no me emocionaba mucho, pero pues hay que conocer de todo. Había muchos barcitos, restaurantes, y la gente como muy “play”. Llegaron unos amigos de ellos, conversamos un rato y pa’ la casa.

                                                            La plaza Foch.

viernes, 7 de enero de 2011

Arranqué...

La primera niña ecuatoriana que ví. Posó para mi y todo.
6 de Enero

Pues…, arranqué. Qué susto, qué emoción, qué felicidad, qué tristeza; qué montón de emociones juntas, tan diferentes, tan inexplicables. La ilusión de comenzar una nueva etapa, de conocer lugares, personas, situaciones nunca pensadas; y al mismo tiempo la nostalgia de dejar lo conocido, lo familiar, lo cómodo.
Después de mucho correr, de inspeccionar mi pieza mil veces para ver qué dejaba, de mirar, botar y romper papeles, de hacer vueltas con el carro (todo lo que me demoré para venderlo, y lo vendo justo el día que me venía). En fin, después de tantos preparativos me acompañaron a la terminal mi mamá, mi hermanita, mi tía Chelo y Robinson. No pensé que fuera a llorar, pero antes de salir de la casa, lloré un poquito con mi hermanita. Luego fui a donde mi papá a darle un último abrazo, rapidito para no llorar más. Recogimos a mi mamá en el trabajo, y ahí sí para la terminal.

Qué pereza las despedidas, por eso no quería que me acompañara mucha gente, sabía lo que me esperaba. Me sentía tranquila, pero quería que ese bus arrancara rápido para no prolongar esa sensación de no quererse desprender.
Mi mamá se montó al bus antes que yo porque quería mirar quién era mi compañero de viaje, quien pasaría conmigo las siguientes 20 horas aproximadamente. Y le preguntó: “¿Usted también viaja sola?”, y entonces la persona respondió: “No, solo”.
Mi mamá se bajó del bus con esa risita de cuando hace algo “charro”, consciente de su imprudencia. Me provocaba cogerla a picos; esa es ella, tan auténtica, tan ella.
Y con ese acercamiento de mi mamá, comenzaría  mi recorrido al lado de Joan, mi primer compañero de viaje de los muchos trayectos que me esperan de ahora en adelante. Me hubiera gustado tomarle una foto para que comprendieran la pregunta de mi mamá. Es un joven que vive en Medellín, de familia ecuatoriana, venía para Ecuador a visitar a su abuela.

Al principio era muy callado, un poco tímido; pero después me fue contando más de él, y explicándome como era que debía hacer los trámites en la frontera y todo eso.
El viaje fue muy tranquilo, el bus arrancó a las 5:15 pm, y ahí mismo pusieron una película, entonces me entretuve y no tuve tiempo para pensar en lo que dejaba, no quería hacerlo, porque creo que me hubiera bajado del bus. Durante la primera hora del trayecto me sentí un poco mareada e incómoda, pero me fui sintiendo mejor. Quería estar muy alerta, porque de todas formas tenía al lado a un desconocido, y ya he tenido algunas malas experiencias en el pasado.

A las 10 pm el bus hizo su primera parada en Santa Rosa de Cabal, me comí tres empanadas y una malta. Tenía hambre, pero quería algo suave, y sopa de pescado, chorizo, pierna de gallina, y demás cosas fritas que había en el lugar, lo más “suave” eran las empanadas. Me hubiera encantado encontrar una frutica, pero pues ni modo. Tenía mucho mecato en mi bolso, pero ni una sola fruta. (De ahora en adelante voy a tratar de siempre encontrar una fruta para llevar). Ahí me tomé un mareol, que hizo muy bien su trabajo, porque dormí toda la noche, traté de mantener un “ojo abierto” mientras dormía, y estar pendiente de lo que pasaba a mi alrededor, pero creo que tengo que perfeccionar esa técnica, porque dormí profundamente y no me di cuenta de mucho.
Aunque a veces al cambiar de posición me cercioraba de que mi compañero estuviera quietecito en su puesto y así fue siempre.
A las 8 am el bus hizo su segunda parada en un lugar llamado Tablón, ya estábamos en Nariño. Bajé a desayunar, comí un pan y un café con leche. Se me había descargado el celular, porque después de haber hablado muchas veces con mi mamá y mi hermanita, no tuve la precaución de apagarlo durante la noche. Entonces me vendieron un minuto a celular para poder reportarme.

Seguimos el camino y llegamos a Ipiales a las 12 del día. De la terminal de Ipiales hasta la frontera cogimos un taxi, creo que fueron 2 mil pesos. En la frontera debía primero registrar mi salida de Colombia en la oficina del DAS y luego pasar a la parte ecuatoriana. Joan no tenía que entrar al DAS por que también tiene cédula ecuatoriana, entonces me dijo que me esperaba más adelante para que nos fuéramos juntos hasta Tulcán.
En el DAS todo estuvo bien, me pidieron el pasado judicial apostillado y el pasaporte. Después se camina un poco y se llega a inmigración ecuatoriana; me pidieron los papeles y me sellaron el pasaporte con un permiso por 3 meses.

Cogimos un taxi hasta Tulcán que costó 2 mil pesos por persona, o un dólar.  Allí se quedó mi compañero Joan, pues iba a quedarse visitando a algunas tías. Me dio su teléfono por si quería ir a Otavalo a la casa de su abuela uno de estos días, pues ahí es donde él va a estar. No creo que vaya, sin embargo lo llamaré a saludarlo y agradecerle por su ayuda y compañía.
En la terminal de Tulcán llamé a Juan Camilo, un amigo que vive y trabaja aquí en Quito. Habíamos quedado que me recogía en la terminal, sin embargo, cuando le dije el día y la hora en que salía de Medellín, me dijo que no creía que llegara tan rápido a Quito, que él tenía un viaje del trabajo, pero que trataría de estar acá para cuando yo llegara.

Y pues como el viaje fue tan rápido y sin ningún contratiempo, apenas llegué y lo llamé me dijo que estaba todavía de viaje y que regresaba mañana, que qué pena. Pero bueno, ya que se iba a ser. Disfruté mi viaje de 4 horas y media desde Tulcán hasta Quito, costó 4.5 dólares.
En realidad este trayecto ya no lo disfruté mucho que digamos, ya me sentía muy cansada, además este bus no era tan cómodo como el que me trajo de Colombia, y había hasta un perro en el bus, no faltó tampoco quien vomitara, y yo tratando de hacerme la sorda para no escuchar nada. Pero por lo menos traté de estar relajada y pensaba que al llegar a Quito decidiría qué hacer.

Como siempre hay que tener un plan B, había hecho algunos contactos en (Couch Sourfing, para quienes no la conocen, es una página que utilizan muchos viajeros para intercambiar hospedaje). Varias personas me ofrecieron hospedaje, pero en ese momento, ya tan cansada y con ganas de no seguir cargando esa maleta, pregunté por el hostal más cercano, y había uno al frente de la terminal, entonces allí llegué.
Es un cuarto sencillo, con una cama doble, televisor, y baño privado. Me cobraron 15 dólares, espero no tener que seguir pagando todo eso muchas veces durante el viaje. Porque en este momento cualquier peso, bueno, aquí cualquier centavo de dólar cuenta. Me instalé y ahí mismo fui a buscar una sala de internet. Había una a una cuadra del hostal, entonces pude reportarme.

Ya tenía mucha hambre, pero no vi ningún restaurante por ahí, solo algunas tienditas, entonces me compré un bon yurt. Si quiera encontré algo familiar. Aunque no sabía igual, pero bueno.
Hace mucho frío pero tampoco es insoportable. Me siento muy sola, es una sensación muy maluca porque me obliga a cuestionarme las razones para estar acá, y me hace pensar bobadas; pero definitivamente tengo que mantener una buena actitud siempre frente a todo.
Puede que sea un consuelo que yo misma me he inventado, pero siempre pienso que a mí siempre todo me sale bien, y cuando algo no sale tan bien, siempre mejora, jeje. Entonces eso esperaré siempre.