Viernes 21 – jueves 27 de enero
Salimos de Máncora en el bus de las 3:30 pm; nos fuimos para Piura que es la ciudad más cercana. Yo pensaba que llegáramos a Piura por ahí a las 7 u 8 pm y ahí mismo salir para Jaén que es donde me encontraría con Lucho. (Ahora les cuento de Lucho).
Llegamos a Piura a las 7:30 pm y empezamos a preguntar en todas partes pero no salían más buses esa noche, solo para Lima salía uno a las 10:30 pm, entonces Juan compró el tiquete, y me acompañó mientras yo pensaba qué hacer con mi vida.
Si nos hubiéramos venido más temprano de Máncora seguramente hubiera encontrado un bus hasta Jaén (punto de encuentro con Lucho), y hubiera viajado en la noche que es lo que quería. Pero como siempre tiendo a aplazar todo, no alcancé.
Pues ya qué más iba a hacer, prefiero no ponerme a pensar qué hubiera pasado en muchas situaciones, pienso que no tiene sentido, y que si pasan las cosas por algo será. Sin embargo sí sé que debo dejar de ser tan confiada. Creo que en realidad al final todo me sale bien, pero sé que no puedo relajarme tanto.
Llamé a Lucho para que me aconsejara qué hacer, y me dijo que mejor pasara la noche allí y que al día siguiente me fuera temprano. El mandó un amigo de él para que me recogiera y me llevara a un hotel. Allí me despedí de Juan.
Les cuento de Lucho; a Lucho lo conocí el año pasado en Colombia, él estaba de vacaciones y un amigo suyo me lo presentó, desde el principio hubo mucha empatía, es súper querido, tranquilo, muy serio, muy especial.
Me había ofrecido que cuando quisiera lo visitara, y pues me lo tomé muy en serio y aquí estoy. Es ingeniero industrial y trabaja en Honda. Es de Lima, pero parte de su trabajo tiene que hacerlo en Tarapoto que es una ciudad al nororiente del Perú, parte de la selva.
Desde Ecuador, tenía muchas ganas de conocer la selva, ver animales, indígenas y todo eso. Pero me llevé una gran sorpresa al ver que gran parte de lo que aquí llaman selva, es ciudad, solo que por el tipo de clima y vegetación lo llaman así.
Me sentí tan ignorante, de hecho me he sentido así ya varias veces durante el viaje, como que tengo muchas ideas preconcebidas y estereotipos de cosas, y he podido comprobar que muchas de ellas no son reales. Eso ha sido tan bueno. (más adelante les hablaré un poquito más de eso)
Entonces me gustaba mucho la idea de poder visitarlo en “la selva” y luego irnos para Lima. debíamos encontrarnos en una ciudad que se llama Jaén, donde él estaba trabajando esos días, para después irnos para Tarapoto.
Entonces esa noche dormí en un hotel en Piura, que resultó ser una “especie” de motel, por que como a las 3 de la mañana me despertaron unos “ruidos extraños” que venían del cuarto del lado. Fue tan charro, pero bueno, me reí, y seguí durmiendo.
Y al día siguiente me fui para la terminal como a las 8 am. Debía coger un bus que me llevara primero a un lugar que se llama Chiclayo, ahí esperar una hora y luego coger el que iba para Jaén.
Ya ni sé cuantos buses he cogido, y los que me faltan todavía. Pero les cuento que mi cuerpo ya tiene como un “modo bus”, en general disfruto mucho los viajes, me va dando sueñito, veo la película (las pocas veces que ponen una buena), escucho música y así.
Además, gracias a que soy bastante elástica, logro acomodarme fácil en cualquier parte; saben que siempre encaramo las piernas donde sea, entonces eso me ha ayudado para que los viajes no se me hagan muy incómodos.
Llegué a Chiclayo a las 12 del día, y aproveché esa hora, antes de coger el otro bus; para caminar por ahí y almorzar. Por todas partes solo veía “pollerías” o “cevicherías”. Tenía tanta hambre pero nada de eso me provocaba. No saben lo que daría por una sopita de mi mamá (en serio mami); o una arepita con carne, cualquier cosa conocida.
Entonces mejor busqué un centro comercial cerca para comer lo mismo de siempre, pero no importaba, eso era mejor que todo lo que veía en la calle. Caminé como 5 cuadras tratando de recordar el camino para devolverme, porque con este sentido de orientación mío, mejor dicho; aunque creo que estoy mejorando.
Allí, en Falabella me compré lo primero que me compro en el viaje, unas aretas hermosas, 3 pares valían 11 soles, como 8 mil pesos. (Aunque al otro día ya estaban negras, qué rabia!)
En esa ciudad empecé a ver mototaxis por todas partes, es un sistema de transporte principal, parecen hormiguitas por todos lados. Y también hay muchos ticos, como me caen de gordos!.
Esa mañana cuando iba en el taxi para la terminal, casi me da un infarto porque no encontraba la cámara. Estaba segura que no la había dejado en el hotel, porque ya me acostumbré a revisar como mil veces antes de salir de cualquier lugar, (conociéndome).
Pero gracias a Dios, ahí estaba la cámara dentro de mi maleta pequeña, la que siempre llevo en la mano. Ahí mantengo el computador, la cámara, el mp3, la memoria, billetera, pasaporte, en fin, lo más importante; cepillo de dientes, comida, mi termo con agua, y toda la basura que voy recogiendo, entre otras cosas.
Entonces ya se imaginarán, con tantas cosas que mantengo ahí, cada rato paso sustos. Hasta ahora solo se me ha perdido la toallita de pelo, me hace tanta falta, la dejé en el hostal en montañita. Pero bueno, ya conseguiré otra.
Como les iba contando, salí para Jaén a la 1:15 pm, y llegué allá a las 8 pm, fue un viaje tan cansón. Pero bueno, por fin llegué y Lucho me estaba esperando para que de ahí nos fuéramos para Tarapoto, o sea que todavía me faltaban varias horas de viaje.
A esa hora ya no salían buses tampoco, entonces nos fuimos en taxis de pueblito en pueblito, qué cansancio. Y en ese recorrido me pasó una de las cosas que siempre me había dado miedo, y esperaba que nunca me pasara en la vida.
Íbamos súper rápido en el taxi por una carretera desierta, y atropellamos un perrito. Nooooooo, fue tan triste, el carro ni paró, yo no sabía qué hacer, pero en realidad creo que no se podía hacer mucho, porque a esa velocidad no creo que el perrito haya sobrevivido, espero que no para que no sufriera. De ahí en adelante lloré como media hora.
Por fin llegamos a Tarapoto como a las 5 am, y ahí mismo nos fuimos a dormir. Ya no podíamos ni hablar del cansancio que teníamos. Nos despertamos como a las 11 am, y para que el día rindiera, ahí mismo salimos a conocer algunos lugares que Lucho quería mostrarme.
Primero fuimos a una cascada, luego fuimos a almorzar en un restaurante a la orilla de un río; comimos algo llamado chacarero , era como una picada con pollo, carne, chorizo, pataconcitos, maduros, ensalada, estaba muy rico. Luego fuimos a otra parte del río donde la gente se mete, y estuvimos toda la tarde en esas.
Fuimos a un lugar donde una señora hace cocteles de uva y de café, divina, Pastorcita. Conversé con ella un ratico, y me contó más o menos la historia de lo que hace.
Luego fuimos a tomar un jugo, aquí hay como mil frutas que no conozco, entonces quería probar. (No he hecho sino comer)
En la noche fuimos a un pueblo cercano que se llama Lamas, fue un paseo súper bueno en moto, la carretera súper buena, el clima perfecto (hace mucho calor, pero había vientecito). Llegamos a un lugar hermoso, una pizzería de un alemán que llegó hace unos años acá, se enamoró de una peruana, y se quedó.
Qué lugar tan especial, tan acogedor, yo estaba feliz. Comimos una pizza deliciosa, probé por fin la Inka Cola, que es la gaseosa de acá (me encantó, sabe un poco parecida al premio); y como siempre, me puse a hacer una de las cosas que más me gusta; hablar con la gente, y me pues a conversar con la dueña del lugar.
Se llama María Inés, nos caímos tan bien desde el principio, y yo estaba feliz de ver cómo viven ella y su esposo, en ese lugar tan hermoso, tan tranquilos, lejos de todo.
Ese día comprobé, -y me siento tan agradecida por eso-, que me hacen feliz tantas cosas, pequeñas cosas, que puedo disfrutar cosas mínimas y deslumbrarme con lo más sencillo; que finalmente para mí, es lo más importante.
Llegamos a dormir, otra vez rendidos. La mañana siguiente Lucho se fue a trabajar, y yo me fui a hacer un tour. Pobre Lucho, con ese trabajo no tiene vida, todo el día le suena ese teléfono; por eso le agradezco tanto que me haya sacado el tiempo con tanto gusto, el tiempo y la energía para llevarme a conocer tantas cosas.
Ese día fui a recorrer Lamas (el pueblito del día anterior), hay una comunidad indígena allí, y otras cosas lindas, además, aproveché para saludar a María Inés otra vez, que me había insistido mucho que volviera.
Vi un castillo que vino a hacer un italiano, no entiendo porqué, pero creo que esa será su casa. Se ven muchas artesanías y finalmente la comunidad indígena; unas casitas hermosas, un ambiente muy lindo.
Ellos viven de las artesanías y en parte del turismo; han aprendido a posar para las fotos y reciben una pequeña donación. Pues yo estaba feliz, y les agradecí mucho por permitirme estar ahí con ellos.
Finalmente fui a saludar a María Inés, conversamos un rato, como viejas amigas (tan raro), me invitó a un coctel y me regaló unas aretas de unas semillas llamadas wairuro, supuestamente son para la buena suerte. Y aunque yo me siento muy afortunada en la vida, estoy convencida que lo que más cuenta no es la suerte, sino la actitud con la que uno haga las cosas.
Yo le regalé una manillita de Colombia, traje algunas para darle a las personas más especiales que voy conociendo en el camino. Ya he regalado como 6.
Quiero volver rápido a este lugar, también tienen hospedaje, por si algún día se animan.
Como les conté antes, cuando Lucho me dijo que vivía en la selva, me emocioné tanto, pensé que esta era mi oportunidad para ver indígenas, y un montón de animales. Qué ignorancia la mía!!!
De hecho aquí he podido comprobar eso, que hay tanto desconocimiento, que tengo tantos prejuicios. Pero me siento súper contenta de poder ver cosas que no me imaginé.
El país se divide en costa, sierra y selva. Y aunque sí hay partes de la selva donde hay todo lo que yo esperaba, le llaman selva por el terreno y la vegetación. Pero a donde llegué, era una ciudad, pequeña, pero con desarrollo, hoteles, universidades, restaurantes, etc.
De hecho en la “selva”, que es donde pensé que iba a tener algunas incomodidades, es donde más cómoda me he sentido, donde comí más rico, visité unos restaurantes hermosos, conocí gente muy amable, vi unos paisajes tan lindos.
Lucho debía irse a trabajar a Lima el miércoles por la noche (vuelo de 1 hora), y yo me quedé para irme el jueves al medio día (30 horas en bus). Noooooooooooo, se imaginan?
Les puedo decir que ese tiempo en “la selva” fue súper bacano, me sentí tan bien atendida, como si estuviera en mi casa, conocí gente y lugares tan lindos. Todo muy, muy especial.