Jueves, 13 de enero
Montañita es un pueblo de la costa ecuatoriana, todo el mundo me hablaba de él, y como quería ir a la playa mientras me dirijo al sur, entonces aproveché y escogí este destino.
Cogí un bus que me llevara a Guayaquil (9 dólares), se supone que desde Quito a Guayaquil son más o menos 9 horas. Y en Guayaquil debía coger el bus hacia Montañita (3 horas).
El trayecto hasta Guayaquil se me hizo muy largo, era un bus cómodo, pero qué cansancio!!!
A mi lado se sentó una señora con una niña de 3 años, una niña hermosa; una niña taaaaan inquieta, que me da hasta risa pensarlo. Me da risa, porque sé otra persona, se hubiera desesperado fácilmente. La niña no sabía si jugar, si comer, si montarse encima de mí. Y yo solamente quería dormir, por lo menos durante la primera parte del viaje. Además me había tomado un mareol, entonces la conciencia no me daba para prestarle atención a esta niña tan demandante.
Logré dormir un rato, y ya después empecé a conversar con Carmen, su mamá. Cada vez me doy más cuenta que me gusta mucho escuchar, que me llama mucho la atención y me impactan los relatos y las historias de las personas; por lo menos de algunos.
Además, ya me ha pasado que cuando me preguntan que qué hago y digo que soy psicóloga, entonces la gente quiere aprovechar para hacerse un tratamiento intensivo. (Aunque en ocasiones he sido yo la que juega el rol de paciente).
No me molesta que la gente se sienta así, de hecho pocas veces es mi intención ir más allá en aspectos trascendentales de la vida de la gente. Porque en cierto sentido es un desgaste para mi, pues la gente siempre espera una opinión, un concepto. Y tengo muy claro que no soy de ese tipo, que cree que se las sabe todas y va haciendo juicios y lanzando opiniones sin ningún derecho.
Pero aprovecho la apertura que la gente tiene la mayoría del tiempo para compartir sus historias y aprender mucho de ellas, porque es eso lo que pasa generalmente, que la que más aprende, soy yo.
Entonces Carmen comenzó a contarme su historia, y la de sus papás, la de cada uno de sus 6 hermanos (y respectivo/as cuñado/as), la de sus dos ex esposos, las de sus dos hijos, y las de una que otra vecina por ahí.
Es una mujer muy inteligente, con un carácter fuerte y decisiones firmes. Me impresionó el trato que le daba a su hija, con tanto respeto. La reprendía en ocasiones cuando estaba muy inquieta, pero nunca fue irrespetuosa, sino más bien entendía la posición de la niña.
Me dio lecciones de maternidad, me dijo que “en una mano va el amor, y en la otra el rigor”, entre otras cosas. Me encantó ver cómo convertía la inquietud de su hija en cosas positivas. Y en lugar de reprocharle o juzgarla todo el tiempo, manipulaba las cosas de tal forma que la autoestima de la niña nunca se va a afectar.
Me tranquiliza que Génesis Valentina tendrá un futuro prometedor.
Por fin llegamos a Guayaquil después de 10 horas de viaje. Todo el mundo me había advertido que no podía ni “espabilar” mientras estuviera allá, que me iban a atracar, que no hablara con nadie, que no mirara a nadie, jeje.
Y realmente si llegué un poco prevenida, me hubiera gustado quedarme por lo menos un rato conociendo la ciudad, pero pues dada la hora, y el cansancio, solo quería coger el otro bus y llegar a Montañita.
Con lo poco que pude observar, Guayaquil me pareció un poco más bonita que Quito, pero pues no tengo muchos argumentos, sin embargo me gustó.
Llegué a una terminal de la cual no salían los buses para Montañita, entonces tuve que coger un taxi que me llevara a la otra terminal (1.5 dólares después de mucho regatear). Y cuando estuve allí, le pregunté a un vigilante donde comparaba el tiquete. El me cogió como si me estuviera protegiendo de un atentado o algo así, y me dijo: “Usted viaja sola (como impactado), No hable con nadie, no mire a nadie, no le reciba nada a nadie, siga su camino, no, no, no… ” Tan charro.
A pesar de todas esas opiniones acerca de Guayaquil o cualquier otro lugar o situación, no me preocupan mucho este tipo de cosas. Trato de mantenerme tranquila y sin ingenuidad esperar lo mejor. Siempre sé que debo estar muy alerta y seguir mi intuición (que por cierto durante el viaje se ha ido agudizando cada vez más).
Finalmente compré el tiquete para Montañita, era el último bus que salía a las 4:30 pm, (me estaba esperando, porque eran las 5:00 pm.) Me sentí muy afortunada de alcanzar el bus, aunque con un poco de hambre, porque pensaba comer algo en la terminal, pero obviamente no alcancé.
Entonces me comí 2 granadillas que tenía y una chocolatina gigante (aparte de las frutas, también siempre tengo dulces en el bolso).
En este trayecto también encontré otra compañera de viaje muy especial, Raquel. Una artesana de 30 años, que decidió hace un tiempo dedicarse a hacer lo que la hacía feliz, dejar su trabajo de oficina, y empezar a recorrer el mundo haciendo y vendiendo artesanías.
Esta era otra historia muy interesante para escuchar. Hubo mucha empatía, hablamos de todo, aprendí mucho de ella y de su espíritu libre y soñador, pero tan ubicado. Me dio muchas lecciones según su experiencia viajando sola. Terminamos contándonos nuestras historias amorosas y riéndonos de nosotras mismas.
Raquel fue otro de esos angelitos que me ha puesto Dios en el camino, pues prácticamente se hizo cargo de mí para encontrarme un hostal y dejarme acomodada.
Ella es de Guayaquil, entonces constantemente viaja a Montañita, donde es muy popular. Cuando llegamos, Raquel saludaba a todo el mundo, con tanta emoción y tanto gusto de volverse a ver.
Me llevó a un hostal llamado El centro del mundo, que es de uno de sus amigos. Había solo un espacio disponible, allí me quedé, porque ella tenía otros compromisos esa noche.
Era el último piso del hostal, lleno de colchonetas tiradas en el piso, con cajones a los lados para guardar la maleta. Valía 3.5 dólares la noche, entonces no había mucho que pensar, era eso lo que estaba buscando.
Me estaba dando como angustia al verme ahí sola, toda la gente parecía como transportada, como en otro mundo. No pasaron 5 minutos antes que la persona que estaba en la colchoneta del lado comenzara a hablarme y a ubicarme un poquito sobre lo que podía a hacer en Montañita, a contarme de todo lo que había hecho él, y que desde hace días estaba tratando de irse, pero que cada día encuentra una excusa para quedarse un día más.
Me acompañó a comer, a buscar una sala de internet para reportarme. Y en esa cuadra ó 2 que caminamos saludó a todo el mundo como si fueran sus mejores amigos. Me dijo que todo el mundo se conocía porque como el pueblo es pequeño, generalmente se frecuentan los mismos lugares y la gente ya se va haciendo familiar. Pues esa noche yo también conocí varias personas.
Me encontré a los argentinos que conocí cuando visité la mitad del mundo, me reiteraron que me pusiera en contacto.
Me encantó este lugar; es un lugar mágico, vibrante, tranquilo pero lleno de vida, donde uno realmente se siente transportado y quisiera quedarse allí.
En esta época del año, está lleno de argentinos y chilenos, aunque vi gente de todo el mundo. Era tan charro, yo no sabía ni para donde mirar. Cada hombre era más lindo que el anterior, no no no, mejor dicho. Ya mejor cambiemos de tema.
ay anabel ke dicha saber ke vas tan bn...
ResponderEliminarme alegra enormemente saber ke experimentas y vivencias tales situaciones....
una abrazo gigante y siempre recordandote...
orando dia a dia por ti....
tq,...
Holaa quería pregunrarles ya que tengo pasajes a Ecuador y quiero pasarme por montañitas, cuantos dias me aconsejan?
ResponderEliminargracias :)